Un día de Snow
Pongámonos en situación, nieva, las pistas abren y esa vocecilla aventurera nuestra nos dice -Ey, tío! que ya hay nieve, ya puedes ir a hacer snow! -.
El primer paso es encontrar a otros “Snowies” que, como tú, hayan escuchado la llamada de la nieve y estén dispuestos a lanzarse a ella. Entonces, recuperas la tabla olvidada desde la temporada pasada, coges las botas, guantes, gafas, cremitas y demás y sales en dirección a tu pista favorita. En éste caso, y desde mi exilio en Ulm, la localidad elegida fue Obersdorf y en concreto las pistas de “Das Hochste”.
Siete de la mañana, llegas cargado a la estación y te das cuenta que no sois los únicos que han tenido la idea de ir a surfear o esquiar y que el movimiento es mayor del normal un domingo cualquiera a esas horas. Subes al tren y dejas que la sensación de día “diferente” te relaje mientras ves que, a medida que avanzas, la nieve se hace más presente en el paisaje.
Finalmente llegas al destino y ahí, enfrente tuyo, ves la pared blanca (al menos a medias) por la que en unos minutos estarás deslizándote. La nieve no es demasiado abundante pero las ganas de hacer las primeras bajadas de la temporada suplen con creces estas condiciones.
Entramos en el telecabina y éste comienza a subir mostrándonos las pistas a vista de pájaro. Visto lo visto con tan poca nieve no nos podremos emocionar mucho con los fuera-pista pero la diversión está asegurada. Y, al fin el momento más esperado, estamos a pie de pista apretando las fijaciones de la tabla! – Crack, crack... y para abajo!
Poco a poco subes el ritmo, todo va bien y... Crash... la primera caída. Te has comido la nieve con ganas, te has golpeado en el trasero o fastidiado las muñecas pero aún así una ligera sonrisa se esboza en tu cara. Sin riesgo no hay emoción!
El día de nieve va transcurriendo, bajadas, velocidad, saltos y como no, más caídas. Poco a poco te notas más cansado y magullado pero no sabes porqué esa sonrisita no se te quita. Qué será, ¿endorfinas en la mente?